Tuve contacto con Evola joven. Debía tener unos 16 o 17
años. Acaba de marcharme de un partido político, en aquella ocasión fue de
Fuerza Nueva (FN), y recale en el Frente Nacional de la Juventud (FNJ). Pase de
uno a otro por un incidente dentro de Fuerza Nueva donde mi padre, entonces dirigente
de FN, fue amenazado de que a mí me
pasaría algo. Muy pronto para aprender que las amenazas de la extrema de turno
nunca han faltado.
Recién llegado al FNJ
una de mis prioridades era la formación, Ernesto Mila me reenvió a Francis García
con el que me introduje en el tradicionalismo integral. Y en ese momento es
cuando empiezo a conocer la obra de Evola.
Creo que empecé por un clásico, Orientaciones, obra
necesaria para enmarcar la obra y el momento. Para nosotros el Evola de después
de la guerra mundial tenía un valor muy similar al de la España de finales de
los 70. Había un claro paralelismo entre lo que podíamos hacer nosotros como lo
habían hecho los italianos en los 50.
Evidentemente el acompañamiento a Orientaciones vino con “Los
Hombres y las Ruinas” que leímos primero en francés o italiano hasta la primera
traducción al español ya a principios de los 80. Es la etapa del Evola “di
destra”, del camino de la mano derecha, de lo correcto, de lo que debe hacerse,
de lo que es esencial defender…
La siguiente etapa ya fue el tradicionalismo integral, con las
lecturas de acompañamiento de Guenon, Burckhardt,
etc… con el consiguiente peligro de abandonar la vía política.
Mi recorrido personal transcurrió por otros derroteros unos años,
con reencuentros efímeros de vez en cuando con Evola.
En uno de esos reencuentros apareció el Evola de la mano izquierda,
la lectura cuidadosa de “Cabalgar el tigre”, de los límites de los fenómenos de
su tiempo.
En este Guadiana que represento el irse reencontrandose con
Evola en diferentes momentos llego finalmente “El Camino de Cinabrio” que al
igual de Orientaciones en algunos momentos maneje con soltura. El camino del
cinabrio es Evola interpretado por el propio Evola, no por los evolomaniacos de
cada una de las generaciones dándole cada una el sentido que le interesaba.
Evola, al igual que Junger, con su largo recorrido creativo,
nos da diferentes etapas, en común una primera de afirmación, una intermedia de
escepticismo, por decirlo de modo suave, para finalmente volver a ver las cosas
esenciales, pero sin estridencias.
Ahora visto con perspectiva, leer a Evola parece ser un
ejercicio de lectura de un autor “antiguo”, al que le pesa las interpretaciones
“tradicionalistas” de sus seguidores mas “extremos” y las derivas a las que han
llegado.
Hoy Evola me hace volver a distinguir que es lo esencial de
lo accidental, distinguir la esencia de la vía. Y volver a distinguir que pese
a la posición que uno defienda en cada momento, hay cosas que no cambian y
permanecen.
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